VÍA CRUCIS FAMILIAR 2017 – AÑO JUBILAR

 

Si buscas un lugar a dónde ir, ve a tu hogar; si buscas personas a quienes amar; ve a tu familia…

Y si allí encontraste ambos, ¡es una bendición!

Francisco

Señor, Somos familia.  Vivimos en familia.  Somos tu familia.  Y como familia somos tu pequeña Iglesia Doméstica.  Una familia que camina como Iglesia.  Y una Iglesia que camina como familia. Igual que tu Iglesia, también nuestra familia tiene un camino que recorrer.  Un camino que andar.  Igual que tu Pueblo en el desierto, también nuestra familia está llamada a salirse de sus esclavitudes; a caminar en la fe por el largo desierto de sus pruebas y dificultades.  A caminar entre fidelidades e infidelidades, por ese desierto de la esperanza humana y cristiana.

Señor, al recorrer contigo este camino del Vía Crucis, queremos hacerlo como familia.  Queremos vivir tu Vía Crucis como tú vives el nuestro.  Si nuestro Vía Crucis es, en parte, causa del tuyo, ahora queremos que el tuyo sea causa de esperanza en el nuestro de cada día. Tu Cruz preside nuestras pequeñas y grandes cruces.

Que ojalá Señor, en familia, en este Vía Crucis, podamos unirnos todos un poco más a ti, y a la vez, unirnos un poco más entre nosotros, para que juntos, podamos ayudarnos a compartir los unos las cruces de los otros, a fin de que solidarios en nuestro caminar, cargados con nuestras cruces, nos hagamos igualmente solidarios en nuestras esperanzas pascuales.

PRIMERA ESTACIÓN “Jesús condenado a muerte”

El Amor no condena, el amor perdona… (1° y 2° A)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en El, no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por El.”  (Jn 3, 16-17)

Tú, Señor, eres vida.  Y amas tanto la vida y nuestra vida, que te atreves a aceptar tu cruz y muerte para que podamos nosotros vivir.

Nuestro amor de esposos es también una llamada a la vida.  Nuestro amor es la llamada que cada uno hace al otro para que sienta las ganas y el gozo de vivir.  Y sin embargo, hoy se ve herido por el egoísmo de cada uno, anticipando esa muerte diaria que tantas veces termina en separaciones prematuras.  Nos separamos el uno del otro y los dos de nuestros hijos, no tanto por la muerte, sino por esas muertes diarias en vida.

Qué fácil nos resulta condenar, acusar y juzgar.  En vez de reconocer nuestras debilidades personales de esposos, de padres, de hijos, de hermanos, preferimos acusarnos mutuamente. Nuestro hogar se convierte, muchas veces, más que en nido de amor y cariño, en un tribunal que acusa, juzga y condena.

Señor… te pedimos que renueves nuestro compromiso para que en nuestro hogar haya más amor, más comunión, más diálogo, alegría y perdón.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

SEGUNDA ESTACIÓN “Jesús carga la cruz”

Sobrellévense mutuamente los unos a los otros. (1° y 2° B)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

Lo original de tu Cruz es el amar hasta el extremo.  Esa es la misión de todo el que ama de verdad.  Esa es la vocación del amor. Y como esposos, también nosotros nos dijimos un día: “prometo amarte en las alegrías y en las penas, en la enfermedad y en la salud, en la riqueza y en la pobreza, para amarte y servirte todos los días de mi vida.”  Ese fue nuestro compromiso de boda.  Eso nos confesamos el uno al otro cuando de verdad nos amábamos.

Sin embargo, en nuestro caminar por la vida, cuánta cruz hemos dejado caer de nuestros hombros sobre los hombros del otro.  Imponemos al otro que nos aguante, que nos acepte.  Pero qué difícil nos resulta cada día soportar al otro en sus debilidades, en sus caprichos, en sus flaquezas.

Amar es compartir con el otro.  Compartir sus alegrías y sus penas.  Resulta fácil compartir los momentos de fiesta en la vida. Pero no aguantamos sus malos momentos, sus días difíciles.  Nos es más cómodo dejar al otro caminar a solas con sus propias penas a que nos fastidie con sus quejas, sus lamentos o, inclusive, sus lágrimas.

Nuestra paternidad debiera ser la fiesta de la vida del amor.  Sin embargo, hoy, los hijos nos resultan una carga demasiado pesada.  Coartan nuestra libertad.  Impiden nuestra comodidad.  Dificultan nuestros proyectos de felicidad.  Preferimos el camino fácil de la infecundidad de nuestro amor.

Señor: que como esposos encontremos siempre en el otro, al compañero con quien compartir el peso de nuestras penas y dolores. Que como padres, sepamos llevar gozosos la cruz que significa el dolor de engendrar, hacer crecer y madurar humana y cristianamente a nuestros hijos. Y que como hijos, sepamos aceptar las exigencias de nuestros padres, su modo distinto de pensar, su manera diferente de ver las cosas y que en sus momentos de dolor podamos ayudarles a describir el gozo de su paternidad.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

TERCERA ESTACIÓN “Jesús cae por primera vez”

El amor levanta a los que han caído… (3° y 4° A)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

Caer es la ley de gravedad de las cosas.  Y caer también es la ley de la debilidad humana.  Solo que las cosas caen y no se levantan.  Hay que levantarlas.  Mientras que el hombre tiene capacidad de caer, levantarse y ayudar a que otros caídos como él puedan también volver a erguirse en la vida.

Por eso, tu primera caída, Señor, la veo tan humana  que en ella puedo descubrir nuestras diarias caídas, fruto de nuestras diarias flaquezas.  Tú no sólo te levantas, nos enseñas también a levantarnos.  Y cuando nuestras fuerzas ya no dan para más, Tú mismo te haces fortaleza nuestra para ponernos en pie de caminar otra vez.

En la familia, Señor, se dan muchas caídas.  Habíamos soñado con un amor limpio, un amor desinteresado, generoso, un amor a toda prueba.  La vida nos está diciendo lo contrario.  Ni es tan desinteresado ni tan generoso como creíamos.  Caemos fácilmente en la tentación de sentirnos de nuevo solteros.  La tentación de pensar que nuestro tiempo es de solteros, del que podemos disponer a nuestro antojo.  De que nuestro dinero, nuestras cosas, siguen siendo como de solteros y que más que “nuestras” siguen siendo “mías”.  Incluso, caemos en la fácil tentación de pensar que nuestro corazón sigue teniendo opciones y libertades de soltero.

Y caemos.  Pero al caer nadie cae solo. En nuestra caída hacemos caer las ilusiones y las esperanzas del otro. Pero, si al menos, cuando caemos encontrásemos a nuestro lado la generosidad del corazón del otro, nos sería más fácil levantarnos.

Señor: reconocemos que somos humanos y por eso mismo débiles.  Danos capacidad de amarnos, como Tú nos amas, aún desde nuestras flaquezas. Que nuestro amor sea más fuerte que nuestras caídas y que juntos los dos caminemos unidos en la diaria lucha por hacer realidad nuestra vocación de pareja.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

CUARTA ESTACIÓN “Jesús se encuentra con su madre”

Abundan las madres…  ¿Y los padres? (3° y 4° B)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

En tu caminar hacia el Calvario hubo muchas ausencias.  El dolor suele ser el momento de las ausencias humanas.  Pero el dolor ha sido siempre el lugar, el momento y el espacio de las presencias maternas.

Por eso, en tu Vía Crucis no podía faltar tu Madre.  Las madres son como las raíces de los árboles.  Dan vida y luego se ocultan en el silencio de la tierra para no ser vistas mientras se recolectan los frutos de las ramas.  Sin embargo, allí siguen ellas alimentando tronco, ramas y frutos.  Cuando se secan las raíces todo se muere.  Igualmente, todo se ensombrece cuando faltan las madres.

Vivimos, Señor, en una sociedad de madres.  Pero, aunque nos duela, es una sociedad sin padres.  Hay demasiados hijos que siguen por las calles de la vida buscando en cada rostro de hombre el rostro invisible de su padre, que oculta su paternidad en el anonimato, la cobardía o el falso honor de un apellido que no se debe manchar.

Son demasiados los hijos, Señor, que tienen que pagar con su soledad la felicidad de un padre que los cambió por otros amores, tal vez, hasta por otros hijos que no son suyos.  Tenemos demasiados hogares, Señor, donde los niños duermen cada noche sin el beso de papá y se levantan cada mañana esperando el saludo de un padre que no está en casa.

Señor,  gracias por el corazón que has dado a cada una de nuestras madres  y que tantas veces es el único corazón que nos queda para ser amados. Gracias por tantas madres capaces de renunciar a su felicidad por ser fieles a la voz de su maternidad y al cariño de sus hijos… Señor…  a esos padres anónimos, padres sin rostro, hazles sentir que en la vida hay unos hijos que cada noche y cada mañana los siguen esperando en casa.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

QUINTA ESTACIÓN “Jesús es ayudado por el cireneo”

 La riqueza del amor es sentir necesidad del otro… (5° y 6° A)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

Señor: junto al pozo, sentado por la fatiga, pediste agua a una mujer. Hoy, camino de tu muerte, sientes necesidad de que alguien te preste sus fuerzas porque las tuyas están desfallecidas. Tú no tienes dificultad en sentirte débil y expresar tus necesidades.  No rechazas las ayudas humanas, generosas unas, forzadas otras, que el hombre pueda ofrecerte.

Amar, Señor, es expresar la riqueza de nuestro corazón.  Y, a la vez, es también su gran pobreza.  Porque para amar necesitamos siempre del otro.  Lo necesitamos para poder amarlo.  Y lo necesitamos para sentirnos amados.  Nos casamos porque los dos teníamos mucho que darnos.  Pero a la vez, ambos teníamos demasiados vacíos que sólo el otro podía llenarlos.  El amor humano es eso: abundancia e indigencia, riqueza y pobreza.

Sentir que alguien nos necesita es experimentar nuestra grandeza.  Sentir la necesidad de alguien a nuestro lado es abrirnos los ojos a nuestras propias necesidades.

Señor, nuestro orgullo nos impide muchas veces manifestar la necesidad que tenemos del otro.  Nuestro egoísmo nos hace prescindir de él.  Le hacemos sentir que ya no nos interesa.  Que ya no nos es esencial en nuestra vida.  ¡Cuántas veces, Señor, nuestro trabajo, nuestras amistades, nuestras aficiones son más importantes que nuestro esposo o nuestra esposa, nuestros hijos o nuestros padres!  ¡Cuántas veces le hablamos, no porque nos interese su conversación, sino por educación! Salimos juntos, no porque sintamos la alegría de nuestra mutua compañía, sino para conservar nuestra imagen  social.  Pero, nuestro caminar juntos, no nos une ni enriquece.

Señor: danos un amor tan profundo que nos hagas sentir que el otro es lo más importante para nosotros en la vida. Haznos lo suficientemente humildes para que podamos superar nuestra autosuficiencia y volvamos a sentir la necesidad del calor humano del otro.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

SEXTA ESTACIÓN “Verónica limpia el rostro de Jesús”

 Se necesitan más fotografías de Dios… (5° y 6° B)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

La valentía tiene su recompensa.  La audacia nos hace correr riesgos, pero tiene sus compensaciones.  La Verónica tuvo la valentía de ser distinta al resto de curiosos.  Tuvo la audacia de romper con las normas y formalismos.  La recompensa no se hizo esperar.  Allí quedó, como testimonio vivo, la imagen del rostro de Jesús.  Desde ese día, los delantales estuvieron de fiesta.

Cada uno de nosotros, Señor, somos una copia de tu rostro.  Cada uno de nosotros es una imagen viva tuya; así lo quisiste Señor, a TU imagen nos creaste. Esposo y esposa, hombre y mujer, he ahí, Señor, tu verdadero rostro humano.  Pero ¿rostro de qué?  Si tú no tienes cara.  No tienes rostro… Rostro, Señor, de ti mismo, de tu ser profundo que es amor.

Cada vez que nos amamos de verdad; cada vez que, en vez de dos nos sentimos uno, estamos expresando al mundo la belleza y la riqueza de tu ser de Padre.  No es a través de lo que hacemos o de lo que tenemos, sino a través de lo que nos amamos, que expresamos y revelamos al mundo la verdad de tu ser divino. Como padres, nos has encomendado plasmar tu imagen y tu semejanza en cada uno de nuestros hijos.  También ellos son copias de la belleza divina de tu amor.

Señor, en nuestro hogar, hay muchos rostros tuyos.  Hay muchas imágenes y semejanzas tuyas.  Y entre todos queremos ser esa gran imagen viva de tu Trinidad amorosa, verdadera y una, en la comunión y comunidad de vida y de amor. Señor, que cada uno de nosotros sienta la alegría y el gozo de ser un rostro vivo de tu rostro.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

SÉPTIMA ESTACIÓN “Jesús cae por segunda vez”

Sólo quienes están en pie pueden levantar a los que han caído… (7° A)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

Tus caídas, Señor, nos dan miedo y a la vez nos alientan.  Nos dan miedo, porque tememos al fracaso.  Y nos alientan, porque nos hacen sentir más fuertes que los mismos fracasos. En nuestra vida, Señor, los fracasos y los triunfos, las victorias y las derrotas, caminan con nosotros en constante diálogo.  Son nuestra música de fondo.

Sobre todo, nos asustan nuestros fracasos como padres.  Tenemos miedo a ver a nuestros hijos caídos, destruidos, rotos por los caminos de la vida.  Cuando un hijo nos falla, nos ha salido “torcido”, cuando se nos ha descarriado, sentimos que nuestra paternidad y maternidad han sido inútiles, han sido un fracaso.  Sus derrotas se hacen interrogantes en nuestro amor de padres.  ¿En qué hemos fallado?  ¿En qué nos hemos descuidado?  ¿Es que no hemos sabido educarlo?

Sin embargo, Señor, hundirnos en nuestra pena es dejarnos hundir juntamente con ellos. Ahogarnos en nuestra amargura y frustración es ahogarnos con ellos. Ser padres, significa, cargar a nuestros hijos en sus momentos de caída.

Es duro, Señor, aceptar el fracaso. Pero, queremos ser padres firmes en la fe para poder sostener a los hijos que dudan.  Firmes en la esperanza, para dar seguridad a los que vacilan.  Queremos avivar nuestro amor, pues sólo el amor tiene fuerza de conversión de los corazones.

Señor: que los fracasos de nuestros hijos no los decepcionen de la vida sino que les sirva de estímulo para luchar hasta triunfar. Que los hijos que han desviado su camino, tengan la sinceridad y la valentía del Hijo Pródigo para ponerse en camino de regreso a casa.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

OCTAVA ESTACIÓN “Jesús fortalece a las mujeres”

 La familia de los sin familia… (7° B)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

Primero fue tu Madre.  Ahora son otras madres.  Ellas también tienen hijos.  Pero su amor materno no las cierra para sentir los problemas de otros hijos que no son los suyos.  Esas piadosas mujeres, madres a la vera del camino de la Cruz, te ofrecen lo único que les es posible ofrecerte: el sentimiento de su corazón en el obsequio de sus lágrimas.

En el Vía Crucis de la vida hay muchos niños, muchos hijos que caminan arrastrando el peso de la vida.  Niños sin pan.  Niños sin educación.  Niños sin salud.  Y sobre todo, niños cuya carencia fundamental es la carencia del cariño, del amor, de la ternura.  La carencia de un hogar.

También ellos, Señor, caminan cargando una cruz.  ¿Crucecitas del tamaño niño?  Tal vez son ellos, los niños, quienes cargan cruces tamaño adulto.  A caso son las cruces que nosotros mismos los mayores hemos dejado tiradas en el camino o sencillamente nos hemos liberado de ellas cargándolas sobre sus pequeños hombros…

No.  No son ellos los causantes de esas condiciones sociales políticas y económicas injustas.  No son ellos los responsables de los hogares que nosotros rompemos y destruimos.  No son ellos los culpables de la irresponsabilidad nuestra de adultos.  Ni son ellos los responsables de una sociedad inhumana y sin corazón.

Son niños que, más que lágrimas, lo que necesitan es un hogar, una familia, un padre y una madre. Niños que no necesitan se les compadezca inútilmente, sino que la sociedad les brinde pan, salud, educación, una vida humana digna de personas. Son niños que están a la espera de unos padres adoptivos, de una familia adoptiva, que por encima de la carne y de la sangre los acepte como hijos y como hermanos.

Señor: que la felicidad de nuestro hogar no nos impida ver la verdad de tantas vidas sin ganas de vivir. Que la felicidad de nuestro hogar sea para compartirla con aquellos que la añoran como imposible. Abre nuestro corazón y así como Tú nos has hecho por el Bautismo hijos de adopción, igualmente nosotros sepamos adoptar como hijos nuestros a esos hijos de nadie y que son hijos de todos.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

NOVENA ESTACIÓN “Jesús cae por tercera vez”

 Nadie fracasa en solitario… (1° y 2° A) 

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

Señor, Tú caes en todos los que caen.  Pero no para dejarlos caídos, sino para que se levanten.  Tú caes allí donde cada uno de nosotros fracasamos.  Nuestros fracasos te duelen, como si fuesen tus propios fracasos.  No nos quieres ver caídos.  No nos quieres ver fracasados. No nos quieres ver vencidos.  Tus caídas son otras tantas solidaridades con nuestras debilidades.

Tus caídas nos ayudan a nosotros a saber luchar para ser más fuertes que nuestras propias debilidades.  Pero nuestros fracasos como pareja, ese estar juntos, pero separados… ese no ser capaces de compartir ya nuestro amor… ese buscar la salida fácil por el camino del divorcio ¿a quién ayuda, Señor?  ¿A quién ayuda esa nuestra caída bajo el peso de nuestros egoísmos?

¿A nosotros como pareja?  Señor, tú nos recordaste en el momento de consagrarnos como matrimonio que el hombre no separe lo que Dios unió.” (Mt 19,5-6)

El divorcio nos demuele.  Trunca nuestras vidas y nuestro futuro. No nos ayuda como solución a nuestros conflictos que deben ser solucionados como adultos en la verdad y en el amor.  El divorcio nunca es la solución, sino la fuga a cualquier intento de volver a ser pareja entre los dos. Mientras los hijos son las víctimas que se ven urgidos a asistir a la inmadurez de sus padres quienes no son capaces de regalarles el hogar que buscan.

Tampoco es una solución a la sociedad, porque cada vez que una pareja es infiel a su compromiso de amor es una invitación a los demás a no comprometer definitivamente su palabra, ni el amor.

Señor: gracias, porque en tus debilidades te haces solidario de las nuestras y nos enseñas a ser fuertes. Que en nuestras dificultades como pareja no busquemos la puerta fácil del divorcio, sino que contemos con tu gracia, capaz de sanar nuestros corazones heridos. Que los hijos, víctimas del divorcio de sus padres, encuentren en nosotros un amor sincero para que no renuncien a creer en el amor.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

DÉCIMA ESTACIÓN “Jesús es despojado de sus vestiduras”

 Lo superfluo no siempre nos hace felices… (1° y 2° B)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

Señor, para morir hay que despojarse de todo.  La vida nace desnuda.  La vida que nace de la muerte también nace desnuda.  Le sobran los trapos.  Le sobra todo.  Al que ama de verdad no le hacen falta muchas cosas.  El amor es ya de por sí un don.  Un don suficiente.

Llegado al Calvario, te desnudan, Señor.  Te quitan lo poco que te quedaba.  Tu túnica.  Ahora sólo te queda algo piel, pues parte de ella ha quedado pegada al madero por el camino.  Para morir, no necesitas más.  Para amar, no necesitas más.  Para resucitar no necesitas más.

 

Nosotros hacemos al revés.  Para amarnos, primero necesitamos cosas.  Necesitamos que no nos falte nada.  Y Cuántas veces lo tenemos todo para amar, menos el amor.  Incoherentemente ponemos las seguridades de nuestro amor en aquello que nos da sólo inseguridades. Lo superfluo no es necesario para la felicidad.  Lo superfluo no nos hace mejores esposos ni mejores padres.  Hasta es posible que lo superfluo se convierta en la polilla que poco a poco va carcomiendo nuestro amor hasta dejarlo vacío.

Señor, que nunca nos falte lo necesario para una vida humana digna.  No te lo pedimos regalado, sino que lo podamos ganar con nuestro trabajo. Te pedimos que lo superfluo no sea jamás más importante que las personas. Que nuestra felicidad la encontremos en compartir más las riquezas que cada uno tiene como persona. Como papá, como mamá, como hijos, como hermanos.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

DECIMAPRIMERA ESTACIÓN “Jesús es crucificado”

Una cruz y tres clavos son suficientes… (3° año)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

Para morir se necesita ser libre.  La muerte, sobre todo una muerte como la tuya, debe ser obra de la libertad. El amor, Señor, aún nuestro amor humano de pareja es también una muerte.  Muerte gozosa, porque es la muerte que hace posible el milagro de que dos “sean uno.”  También nosotros hemos querido morir para comenzar algo nuevo entre los dos.  Una cruz era suficiente.  Una cruz bastaba. La cruz de los que se hace una sola cruz.

También nosotros necesitamos ser crucificados con tres clavos.

El clavo que crucifica nuestras “libertades individualistas”.  El Sacramento de nuestro amor crucificó nuestras dos libertades para hacer de ella una sola.  Crucificamos nuestra libertad de opción, optando el uno por el otro en una opción que es para siempre.  Crucificamos nuestra libertad como decisión definitiva de nuestras vidas en un proyecto común de pareja.

El clavo de nuestra fidelidad.  Crucificamos el amplio mundo de nuestras posibilidades, consagrándonos el uno al otro en la promesa de fidelidad de nuestras mentes, en la fidelidad de nuestros corazones, en la fidelidad de nuestros cuerpos.  Y sobre todo, en la fidelidad al proyecto de vida de nuestro mutuo compromiso.

El clavo de la indisolubilidad.  El clavo de la máxima libertad.  El clavo de la libertad como eterna opción.  No somos libres cuando somos incapaces de ejercer la libertad en una opción que programe, canalice y encauce nuestras vidas.  No optar para poder seguir optando es miedo a ser libres.  Nosotros, por el sacramento, hemos ejercido nuestra libertad de decirnos un “sí” hasta que la muerte nos separe.

Señor,  que en nuestro amor de esposos, sintamos la misma libertad del corazón que Tú sentías al ser clavado en tu Cruz de madera. Que seamos siempre fieles a nuestro compromiso de fidelidad como Tú fuiste fiel al compromiso de obediencia a tu Padre. Que a lo largo de nuestra vida sigamos siendo libres ejerciendo gozosamente la libertad de mantenernos unidos indisolublemente.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

DECIMOSEGUNDA ESTACIÓN “Jesús muere en la cruz”

 Del miedo de la muerte al gozo de la vida (4º año) 

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

Jesús muere en la cruz… (los invitamos hacer unos segundos de silencio ………………..) “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo.  Pero si muere, da mucho fruto.” (Jn 12, 24)  “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre.” (Jn 12, 23). Muerte y fecundidad.  Muerte y glorificación.

Tu muerte, Señor, da inicio a la fecundidad del Espíritu.  El amor tiene mucho de muerte, porque lo tiene todo de vida.  La vida se paga a precio de muertes.  De esas pequeñas y grandes muertes de cada día.  La muerte de nuestros egoísmos, la muerte de nuestro “yo”, la muerte de nuestro tener, disponer, hacer.

Nos casamos para darnos vida y dar la vida.  Y sólo nos regalaremos el uno al otro esa vida en la medida en que nos regalemos el uno al otro nuestras propias muertes.  “Maridos, amen a sus mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.” (Ef 5, 25-27)

Señor,  arranca de nuestros corazones esos miedos que tenemos a morir el uno por el otro y haznos capaces de vernos resucitados el uno en el corazón del otro. Descúbrenos la belleza de la vida, para que nosotros descubramos la belleza de la aceptación del morir. Revélanos la belleza de la vida de nuestros hijos para que tengamos menos miedo a morir a lo nuestro y nuestro corazón sienta la generosidad de compartirla.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

DECIMOTERCERA ESTACIÓN “Jesús es bajado de la cruz”

 Cuando los hijos se van y nos quedamos solos los dos. (5° año) 

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

Jesús está muerto.  Sólo quedan ahí los restos de una vida.  Es la tarde de los silencios.  La tarde de las soledades maternas.  Es el ocaso de las palabras, pero no de los vacíos.

El corazón de la Madre siente el silencio del hijo que se fue.  Pero siente también la plenitud de la maternidad vivida, realizada y cumplida.

Señor, nos hiciste para el amor.  No podemos vivir sin amar y sin ser amados. Hubo un tiempo en que fuimos novios y después familia. Pero una vida repleta de ruidos y atractivos mundanos, nos fue distanciando, llenando de vacíos y silencios. El amor de nuestro hogar se fue apagando poco a poco y se quedó sin luz, sin canciones, y alegrías.

Hoy, en el atardecer de nuestras dos vidas, que siguen siendo una sola vida, ya no queda sino una sola canción.  La canción serena, tranquila de quienes se miran al espejo y descubren la serenidad de unos rostros que se miran el uno al otro, no con la nostalgia de lo que fueron, sino con el gozo de lo que se dieron.  El gozo de la vida que repartieron.  El gozo del amor que sembraron.

No fue inútil vivir Señor.  No fue inútil el habernos amado tanto.  No fue inútil el habernos querido tanto hasta esta tarde tranquila de un sol que ya no quema, pero ilumina y da calor.  No.  No fue inútil haber engendrado unos hijos, que también hoy recorren el camino por nosotros recorrido.

Señor,  gracias, por esta paz serena de nuestros corazones de esposos, que aún hoy siguen contemplándose el uno al lado del otro. Gracias, por esos hijos nuestros que se fueron llevando en sus corazones un poco del fuego y del calor que les hicimos sentir a nuestro lado. Gracias, por esas vidas tiernas de nuestros nietos que nos hacen olvidar un tanto nuestros años y nos hace revivir el gozo de nuestro pasado.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

DECIMOCUARTA ESTACIÓN “Jesús es sepultado”

 El amor es más fuerte que la muerte… (Nivel Terciario)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

La muerte, Señor, fue la última palabra que los hombres pudieron decir sobre tu vida.  Pero la última palabra no es la palabra humana; sino la de Dios. Tú, Señor, ahí metido en tu sepulcro, a la espera del tercer día.  A la espera de que el grano de trigo de su fruto.  La vida escribirá tu epitafio definitivo: ¡Jesús no está aquí, Resucitó!

Señor, nosotros hemos vivido tantos años juntos, que ya nuestras vidas no tienen sentido la una sin la otra.  Sentimos que son dos vidas que se pertenecen.  Y las dos te pertenecen a Tí. Pero sabemos que algún día, la muerte intentará separarnos.  Nosotros mismos hicimos esta confesión de fe a la hora de consagrarnos el uno al otro por el Sacramento del Matrimonio, “hasta que la muerte nos separe.”

Señor, nos daría miedo la muerte si no tuviésemos fe en Tí.  Tendríamos miedo a la muerte, capaz de separar lo que durante toda una vida hemos estado uniendo, restañando, fusionando.  Pero, aún así, sabemos que tampoco la muerte será la última palabra en nuestra vida de amor.  El amor no muere ni siquiera con la muerte.  Pues aún entonces, seguiremos amándonos después de la muerte.

Nuestro amor fue más fuerte que todas las dificultades de la vida.  Fue más fuerte que nuestra pobreza y riqueza.  Fue más fuerte que nuestra salud y nuestra enfermedad.  Fue más fuerte que nuestras alegrías y nuestras penas.  Por eso estamos esperanzados que ahora, será también más fuerte que nuestra misma muerte.

Señor,  gracias porque nuestro amor ha sido más fuerte que todas sus dificultades y hoy nos abrimos gozosos a la esperanza del nuevo amor eterno. Gracias porque nuestra fe se hace esperanza, incluso, frente a la realidad de nuestra muerte. Gracias porque ni siquiera la muerte será capaz de separar lo que Tú uniste un día por el Sacramento.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

DECIMOQUINTA ESTACIÓN “Jesús resucita a la Vida Eterna”

 De las presencias al gozo de las ausencias. (Familias)

“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”

Señor: te habías ido.  Y te has quedado.  Te habías ido y sigues presente.  Te creíamos ausente y cada día te podemos seguir compartiendo a la mesa en la fracción del pan.

Ahora tus discípulos entienden tu pasado.  Recién ahora entienden, comentan y viven las experiencias compartidas contigo durante tres años.  Ahora estás más presente que antes.  Antes, ellos no comprendían, a veces les parecías raro, demasiado exigente.  Además tenías caminos que desconcertaban.  Parecías no estar en la línea de lo que todos hacían.

Señor, al verte a Tí resucitado, estamos pensando en nosotros mismos.  También nosotros, igual que Tú, nos iremos algún día.  Pero, nuestro amor trascenderá el tiempo y en los corazones de nuestros hijos. Ellos recordarán, nuestro amor fiel y eterno de esposos, que es nuestro mejor regalo y nuestra mejor herencia como padres.  Recordarán nuestros momentos duros, difíciles.  Pero también nuestra capacidad de buscar caminos y respuestas honestas.  Recordarán nuestro amor de padres.

Señor, seremos recuerdo, forma humana de hacer que aquellos a quienes se ama no mueran nunca del todo.  Por eso seguiremos vivos junto a Tí, compartiendo tu presencia, y seguiremos vivos, en la presencia y el gozo del recuerdo humano. Que cuando nuestros hijos nos recuerden aprendan de nuestro amor un amor indisoluble hasta la muerte y más allá de la muerte. Que nuestros hijos llenen sus vidas con las ganas de hacer algo bello en la vida.

Padre nuestro // Ave María // Gloria. CANTO…

Oración a la Sagrada Familia

Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.

Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.

Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.

Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.

Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.

Amén.

Sé el primero en comentar en «VÍA CRUCIS FAMILIAR 2017 – AÑO JUBILAR»

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


es usted humano? *

Secured By miniOrange