Con muchas expectativas después de una preparación previa, nos reunimos en nuestra Capillita para iniciar nuestra peregrinación. Nos pusimos en presencia de Dios y le pedimos a nuestra Madre que nos ayude a  abrir nuestro corazón y descubrir en lo pequeño y en el silencio la voz de Dios de nuestro Padre que sale a nuestro encuentro. La reflexión evangélica que nos iluminó todo el recorrido fue la de los discípulos de Emaús.

Fuimos caminando hacia adelante, al encuentro de Dios misericordioso, deseosos de atravesar la Puerta Santa del Santuario y a la vez avanzando hacia adentro de nuestro corazón. Durante todo el recorrido íbamos con un compañero de camino que escuchaba nuestras inquietudes y nosotros acogíamos las de él.

Cada lugar nos habló de algo especial. En la ermita de la MTA  iniciamos el rezo del rosario de la Misericordia, en cada misterio descubrimos el amor de Jesús por nosotros y con gestos distintos quisimos ser misericordiosos también con nuestro compañero. En la Inmaculada, las profes hablaron de la pureza de María, ella que supo escuchar la voluntad de Dios, aceptar su misión fue una mujer plenamente feliz. Nos cuestionamos qué es lo que nos pide Dios a cada uno, cuál es nuestro proyecto de vida, qué es lo que nos hará plenamente feliz a nosotros…

Una de las sorpresas más lindas fue el encuentro con el Padre José Kentenich en el oratorio, lugar que no conocía ninguno.  Con la conducción de Fer Banile de la juventud masculina, fuimos acercándonos a la persona del Padre Fundador, desde sus detalles físicos hasta la profundidad de su corazón. Fernando nos habló de cuatro materias: Kentenich 1, Kentenich 2, Kentenich 3 y Kentenich 4. Con humor y muy didácticamente nos mostró al Padre, cómo él fue misericordiado y cómo fue misericordioso como el Padre. en las últimas materias nos invitó a tomarnos de la mano del Padre para sentirnos seguros y a la vez para ofrecerle nuestra ayuda, porque necesita de nosotros para seguir su misión. Agradecemos la presencia de este joven cada miércoles.

El centro cúlmine de nuestra peregrinación estaba llegando… el Padre Alberto nos preparó para atravesar la Puerta y experimentar el abrazo de Dios. Con mucha concentración y humildad cada uno fue entrando y allí, en ese taller de la MTA compartimos la Santa Misa. Ofrecimos las indulgencias por nuestros difuntos más queridos y nos dejamos querer por el amor inmensamente misericordioso de Jesús en el altar.

En las trafic de ida y vuelta, mediante desafíos, fuimos armando por parejas, historias misericordiosas. Estas historias las estamos rescatando, tienen parte de cada uno porque los personajes se asemejaban a nosotros mismos.

AGRADECEMOS A TODOS LOS QUE HAN HECHO POSIBLE ESTA EXPERIENCIA, SOBRE TODO A NUESTRO DIOS PADRE QUE NOS BUSCA SIEMPRE Y NOS ABRAZA CON AMOR.