Este Año el día de la Independencia Argentina es un acontecimiento especial. Como colegio comprometidos con nuestra PATRIA hemos tomado en serio esta celebración, no sólo para festejar sino y especialmente para reafirmar los valores que nos dieron origen y la renovación de nuestro compromiso para seguir luchando por nuestra IDENTIDAD, INDEPENDENCIA Y LIBERTAD.
Cada curso, como así también el cuerpo docente y no docente; nos hemos ido preparando para esta semana especial de diversas maneras. Mediante talleres, trabajos especiales, de historia, Formación Ética y Ciudadana y en varias materias más abordamos el tema con una mirada esperanzadora y lanzándonos para los próximos doscientos años.
El festejo central fue el martes 5 de julio para ambos turnos, sin embargo antes y después han habido exposiciones, puesta en escena, etc.
A continuación transcribimos las palabras alusivas a cargo de la profesora Romina Hidalgo y el prof Juan Haudet:
«Queridas autoridades, celadores, alumnos y profes, comunidad del Centro Educativo Dios Padre, buenos días… que alegría poder reunirnos para festejar. Pero festejar y hacer memoria muchas veces no va de la mano en nuestra historia. Pero justamente el momento que nos define, es un momento de celebración, de recordar la hora urgente y una vez dado el paso, la tranquilidad de la conciencia de la tarea cumplida. Pero vayamos despacio, hoy queremos recordar y festejar…
Hacen doscientos años, un grupo de hombres, gravemente reunidos se consagran a una de las tareas más delicadas de los últimos tiempos,… decidir y expresar la voz de un pueblo que quiere mirar de frente al futuro y a las generaciones venideras, un pueblo que ha decidido ser protagonista de su propio devenir.
Pero repasemos un poco de historia, para que podamos comprenderla y demostrar que estos dos siglos nos permiten una identificación agradecida de los argentinos con la fecha en que los diputados reunidos en Tucumán proclamaron, por unanimidad, la insumisión de las Provincias Unidas de la América del Sud de la dominación «de los Reyes de España, sus sucesores y metrópoli». Como eso les pareció insuficiente, los congresales agregaron días después, a instancias de José Serrano: «y de toda dominación extranjera».
Serrano era diputado por Charcas, una de las provincias del Alto Perú presentes en Tucumán. También estaba allí la representación de Tupiza, Mizque (Cochabamba) y Chuquisaca. Refleja bien la significación de ese aporte el hecho de que el acta de la Independencia se registró en dos versiones, al imprimirse por vez primera: una, en lengua española, y otra, en quichua. Aparte, hubo una edición en aymará.
Nada alcanzaba que no fuera la proclamación de la independencia para el espíritu de aquella nacionalidad en gestación. La Asamblea de 1813 nos había dado algunos de los principales símbolos soberanos: el Himno, como canción patriótica, el uso de la escarapela celeste y blanca, el escudo nacional… y la moneda. Pero al no cumplir con el objetivo fundamental de que proclamara la emancipación, demoró una cuestión que en 1816 resultaría impostergable para el congreso al que «ciudades y villas» habían sido convocadas a nombrar diputados.
Desde los pueblos protegidos por el oriental Artigas, se mantenían diferencias que los llevaron a abstenerse de concurrir. El afiebrado contexto internacional hacía que los actores se debatieran sin tregua. Entre los riesgos principales figuraba el de una invasión del Río de la Plata por España, dispuesta a contraatacar ya con Fernando VII reacomodado desde fines de 1813 en el trono arrebatado por Napoleón en 1808. Además, la hermandad de la Santa Alianza, le permitía soñar con la recuperación de las colonias perdidas.
Había en la región otros problemas de gravedad cuando los diputados comenzaban a llegar a Tucumán, a comienzos de 1816. La revolución mexicana había sufrido un serio infortunio. Rondeau, antecesor de Belgrano al frente del Ejército del Norte, había caído en Sipe-Sipe, y dejado así comprometidas las fronteras de Jujuy y Salta, donde descollaban por valor y lealtad los gauchos de Güemes. El general español Pablo Morillo se imponía a los revolucionarios en lo que es hoy Venezuela.
Las discusiones se sucedieron y se intentaba decidir qué sistema de gobierno se establecería en estas tierras una vez libres. A la idea monarquista, liderada por un hijo de la casa de los Incas, se le antepone las republicanistas, inspiradas en el proceso del norte. Lo único que era innegociable era la independencia y el reconocimiento del nuevo Estado por el mayor número posible de naciones. Todos tomaron nota, en definitiva, de las urgencias de San Martín, que a través de su confidente, el diputado por Mendoza Tomás Godoy Cruz, transmitía impaciencia por la rezagada declaración independentista. El plan para consolidar la independencia elaborado por San Martín, era continental. América Latina toda debe ser libre, sino se trataba de una endeble emancipación limitada por los vaivenes en el campo de batalla.
Hasta acá, lo que sabemos por la documentación histórica. Ahora nos toca otra tarea; preguntarnos para qué la conciencia histórica nos cuestiona con las palabras que utilizaron aquellos hombres; cómo nosotros hacemos nuestra un acta escrita 200 años atrás; qué debemos a la historia que escribieron estos hombres con la violencia de la palabra y el ruido de la lucha; quiénes son los que tienen mayor responsabilidades…
Lo primero que debemos responder es que los que tienen un espíritu humilde son los verdaderos constructores sociales. El que sabe lo que debe aportar sin la falsa modestia, sino convencido de sus dones, es el que puede dar el primer paso. Otro aporte en este sentido, es despertarse a las opresiones que nos limitan hoy. La ceguera social nos hace inmunes y nos abroquela el alma. Nos hace indiferentes a los orígenes de las problemáticas sociales actuales. ¿Cómo vamos a dar respuesta sino somos capaces de buscar la profundidad de las causas que ata a los jóvenes, a las generaciones venideras?
Comencemos a abrir nuestros ojos y dejemos estas cegueras por las dolorosas verdades. Dejemos los discursos y contradiscursos para justificarnos. Es la hora de la palabra validada en acciones que dejen improntas culturales, que barra con las mediocridades y se juegue por la vida, que sea capaz de oponerse a las ideas dominantes y genere personas que vayan en contra de la corriente.
Nuestra sociedad actual y sobre todo los medios de comunicación, nos venden una Argentina comprada en componendas, desangrada por las continuas luchas por el centralismo que acapara la mejor tajada en desmedro de aquellos que caen una y otra vez en la indiferencia, la intolerancia, el individualismo y el sectarismo. Acá es donde estamos llamados como cristianos y ciudadanos. Debemos “identificarnos” para poder “pertenecer”, como expresara nuestro querido Francisco. Identificarnos con el dolor del hambre, de las ausencias, de la escasez, de la exclusión, para poder pertenecer a este entramado social. Solo si pertenecemos, tendremos en claro el mensaje que hacen 200 años nos quisieron dejar, regalar, luchar, imponer, legar, pertenecer…
Todo esto puede sonar a grandes proyectos imposibles de alcanzar frente a las corruptelas que se exhiben de manera descarada frente a los millones de argentinos. Pero no, desde acá, desde este patio de escuela volvemos a creer en valores esenciales como la justicia que viene del Padre, la generosidad de dar desde la nada, dar lugar al tiempo que nos amasa para poder anclarnos en la esperanza, la confianza que nos permite confiar en las respuestas que podemos gestar comunitariamente, sin esperar todo de nuestros gobernantes y la misericordia que nos hermana con los más pequeños.
Seguramente seremos muchos los que nos preguntaremos para qué rescatamos la memoria histórica? Muy simple, solamente porque no nos queremos ahogar en el presente, sino que queremos recordar con ternura nuestros orígenes comunes y desde allí afirmar un futuro de ciudadanos que se comprometen en la tarea creadora de esta historia que no se deja de escribir y que nos exige compromiso. La mediocridad aquí no tiene lugar. Pidamos a la bella morenita de Luján, que sepamos afrontar las dificultades para ser memorias vivas del llamado imperioso del don de la libertad.
Muchas gracias y viva la Patria!!!!!
Que estos emotivos momentos vividos muchos en familia, nos animen a construir la PATRIA que tanto anhelamos desde nuestra propia realidad y entorno.
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