En mayo de este año comenzaron su camino de Alianza las mamás del Centro Educativo Dios Padre. Ellas aprendieron mucho de María, sabiendo que debían prepararse como para una fiesta, a la que nos arreglamos tanto exterior como interiormente. Cuánto más ahora, ya que no se trata solamente de una fiesta, sino de “un cambio profundo en sus vidas” y del comienzo de una vida de la mano, en el corazón de la Santísima Virgen.
Comprendieron que era Ella la que las llamó, no fue por casualidad, ni simplemente por atender a la invitación de las personas que le avisaron. Es Ella la que está detrás de todo, Ella la que no ama y nos ha elegido. Es por eso que se atrevieron a comenzar una historia sagrada: la historia de amor de la Santísima Virgen y ellas.
Descubrieron que la Alianza de Amor que sellarán en Schoenstatt no es una Alianza distinta a la Alianza Bautismal, sino una renovación original de ella. Que es el momento para confirmar solemnemente que María es nuestra Madre y Educadora y que nos entregamos como instrumentos suyos para colaborar en la tarea evangelizadora que Ella quiere realizar desde el Santuario.
Y así, después de algunos encuentros virtuales, en el que aprendieron a amar a María, tratar de imitar sus virtudes, y sobre todo a llegar a Cristo, llegó el gran día. Donde María las tomó para siempre de su mano, donde el Padre José se hizo presente con palabras propias de la Mater: “tráiganme con frecuencia contribuciones al Capital de gracias. Adquieran por medio del fiel y fidelísimo cumplimiento del deber y por una intensa vida de oración muchos méritos y póngalos a mi disposición, entonces con gusto me estableceré en medio de ustedes y distribuiré abundantes dones y gracias. Atraeré los corazones jóvenes hacia mí y los educaré como instrumentos aptos en mi mano”.
Nada es casualidad, ni siquiera la fecha que María eligió para aliarse a ellas, el 7 de noviembre, día de “María, medianera de todas las gracias”.
Después de la misa en Nazaret del Padre, Tierra de Unidad, en la Puntilla, el padre Leo las invitó, junto a sus familiares y amigos, a subir al Santuario. Allí las mamás fueron bendecidas, también sus velas y medallas e invitadas a salir y reflejar en sus familias, la persona y la misión de María, sabiendo que el primer y principal campo de apostolado de una madre es su familia y su entorno.
Verónica Cangialosi
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