“Donde hay hogar, hay amor; donde hay amor, allí me siento en casa” PJK
El misterio central de los cristianos es LA SANTÍSIMA TRINIDAD: Dios Padre Creador, Dios Hijo Salvador y Dios Espíritu Santificador. Un solo Dios y tres personas distintas. Sólo nuestro Dios puede darnos la idea de vivir en familia, comunidad y hogar. “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16).
Nuestro colegio lleva por nombre “Dios Padre” y sabemos que nuestra misión como comunidad es continuar la tarea de Jesucristo quien nos habló de su padre como Abbá; es decir, “papá”. Que desafío enorme para todos nosotros mostrar a Dios como nuestro papá, rico en amor, comprensión y misericordia. “Tu ternura y misericordia son eternas” (Sal 24).
Pero nuestro Dios no se agota en la paternidad. También, podemos vincularnos con Dios Hijo. Nuestro Señor Jesucristo quién entregó su vida en la cruz por amor a nosotros. Y así, conquistamos la presencia real de Cristo en el sagrario allá por el año 2012. Desde entonces, Jesús eucaristía se quedó en nuestro colegio y espera nuestra visita en la capilla.
Ahora, ¿Quién es el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad. El Paráclito, «parakletos» en griego, que literalmente significa «aquel que es invocado». Es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador (Jn 14,16). Sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo con su gracia es el «primero» que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva con el Bautismo. Él es quien nos precede y despierta en la fe. También quien confirma, revalida y fortalece nuestra fe en la juventud al recibir el Sacramento de la Confirmación.
En un año difícil para todos, surge la necesidad de conquistar el símbolo del Espíritu Santo y reavivar esas lenguas de fuego sobre cada una de nuestras almas. Y a la luz de la mirada de Jesús y María, seamos hogar ¡Como en Pentecostés!
¡Invoquemos, imploremos, reclamemos la presencia del Paráclito en toda circunstancia y en todo lugar!
¡VEN ESPÍRITU SANTO! Santifica con tu soplo nuestras vidas. Danos tu sabiduría; despiértanos con tu música. Haznos bailar con tu melodía. Cólmanos con tu gozo. Fraternízanos con tu ternura; enséñanos a perdonar y a perdonarnos. Sácanos de nuestra mediocridad y haznos creativos. Ven a nuestros hogares, entra en cada casa; a cada familia, llénalas con tu amor y pasión. Sopla en nuestros trabajos y ayúdanos a ser mejores en entendimiento y comprensión. Acompaña al que está solo y desesperado. Empújanos a compartir, a ser justos y buscar la paz. ¡Impúlsanos a ser comunidad! ¡Somos cristianos! ¡Creemos en Ti! ¡Quédate con nosotros!!!
¡VEN ESPÍRITU SANTO! Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor! Amén.
Shemá
¡Escucha! “El Señor es nuestro Dios. El Señor es uno. Amarás al señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Guarda en tu corazón las palabras que hoy te digo. Incúlcaselas a tus hijos. Háblales de ellas estando en casa o de viaje; acostado o levantado. Átalas como signo en tu mano; márcalas en tu frente como señal. Escríbelas en la entrada de tu casa y en cada una de tus puertas.” Dt 4, 6-9
¡No lo olvides!
Prof Kelo
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