Como preparando nuestro colegio para la fiesta de la Asunción de María, Ella nos quiso visitar con toda su dulzura y pureza. La recibimos desde la parroquia de Los Corralitos el lunes 13 de agosto bien temprano y la despedimos el martes 14 a las 18hs. La Patrona de Guaymallén nos acompañó durante estos dos días.

Cada curso según su edad, le manifestaron su cariño con diferentes gestos y oraciones. Los más chicos cantando y con corazones decorados, los más grandes reflexionando sobre su mensaje, pidiéndoles por  sus preocupaciones y ofreciéndole su voluntad de ser como Ella.

Compartimos algunas palabras del Padre Kentenich que nos iluminaron en esta visita:

«La Inmaculada, imagen ideal del ser humano: ¿Cómo se concibe el ser humano a si mismo? ¿Qué papel desempeña en la historia? Dios no da una respuesta teórica sino que la ofrece en la Sma. Virgen Inmaculada, nos resplandece el sol de la dignidad y nobleza del ser humano.

Los dogmas no solo son respuesta para el intelecto sino que constituye también un faro para las crisis de la época.

Que la Sma Virgen realice nuevamente en nosotros el milagro de María ¿Qué milagro? En el crecer más hondamente en el ideal del ser humano, del ser humano pleno tal como se nos aparece en la Sma. Virgen, del cristiano pleno, del santo pleno, del hombre plenamente redimido.

Este dogma surgió (Pio IX) en un momento de desvalorización del hombre: descendía el nivel moral, espiritual, sobrenatural de la sociedad. El papa intervino con valentía, poniendo ante los ojos del mundo el ideal del ser humano: LA INMACULADA. Deformado el concepto del hombre surge el ideal del ser humano.

Adviertan pues la gran misión que tiene nuestra Familia. SOMOS MARÍA, nos hemos convertido en María a lo largo de estos años, desde 1914 y cada año más.

Vale la pena detenerse para contemplar, anhelantes, la imagen de la Inmaculada. En Ella nos resplandece el sol de la dignidad y grandeza humana, de la pureza si mancha, de la plenitud de vida natural y sobrenatural intacta de una inconmensurable unión de amor.

Sin mancha de confusión interior, de instintos rebeldes ¡MADRE, SI YO FUESE COMO TÚ! » P. Kentenich